
Anthony Bourdain y su equipo de producción hicieron una inmersión en la cultura argentina a través de su gente, sus costrumbres y su comida en tan solo 9 días, haciendo pie en Buenos Aires, Bariloche, El Bolsón y El Calafate en el fin del mundo.
Anthony eligió comenzar su viaje por Buenos Aires donde se unió a la banda Los Pericos para conseguir comida y bebidas típicas del país.
Disfrutó mucho de su visita a una villa donde una familia chaqueña le cocinó locro y una cabeza de chancho en horno de barro. Pasó una tarde espectacular de verano a la vera del camino bajo un techo precario tomando cerveza fresca y escuchando cumbia villera.
En Bariloche, escuchó relatos sobre los asentamientos mapuche, la llegada de los europeos, y el escondite nazi a la vez que probaba las delicias ahumadas en un refugio de montaña.
Comida y deporte aventura fue la combinación elegida por Bourdain para pasar el día en un refugio de parapentistas en El Bolsón donde el viento patagónico le dio permiso para hacer un vuelo de bautismo a dos cámaras y que culminó con un almuerzo bajo los árboles donde un cocinero amigo preparó carne al disco. Alli disfrutó del paisaje, de la camaradería entre los amantes del parapente y de una excelente comida casi improvisada.
En su paso por El Calafate conoció al Chabón, un personaje local, porteño renegado devenido en gaucho quien junto a su hermano, invitó a Anthony a cazar una liebre a lomo de caballo.
Aventura que terminó frustrada y reemplazada por una liebre conservada en el freezer y cocinada en una marmita al aire libre en plena noche gélida. Fue convidado con mate y caña para calentar los huesos, convite que aceptó gustoso.
En el parque Glaciar contempló el paisaje y refelxionó sobre la cultura del lugar que recientemente conoció.
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